Fiesta Callejera Ensenada 2018
Se acercaba la hora del esperado evento. El momento de la comida en casa transcurrió en un santiamén, ni siquiera hubo tiempo de saludar a mi padre que nos visitaba en casa de mi madre, pero el compromiso ya estaba hecho, y las ganas de expresar mi arte ya no podían esperar más.
Conforme me acercaba al lugar se podía percibir una vibra de expectación y alegría. Al estar frente a la calle del evento, justo a un costado del Riviera (Centro Cultural Ensenadense), pude percatarme que este año las personas llegaron un poco antes. Se aspiraba un ambiente ameno, familiar, tranquilo, y con una variación de edades sin margen. Así es, se miraban familias enteras, jóvenes, niños, adultos, parejas, grupos de amigos, etc.
Justo al llegar y estacionarme, vi a lo lejos a un par de compañeros de mi salón a quienes les hable para ayudarme a descargar las pinturas del auto. Cabe señalar que muchos de mis compañeros asistirían a esta edición, ya que a una de las maestras le pareció buena idea poner de tarea el realizar una redacción de dicha festividad urbana.
El clima era cálido pero soportable, al ser las 4 de la tarde el sol ya no irradia tanta energía, sin embargo al estar cercas de la costa se percibían ciertas ráfagas de aire fresco que se mezclaban con las cálidas cortinas solares.
Entre los spots de pintura, se encontraban conocidos en este maravilloso mundo del arte, a excepción de un par de expositores que no había conocido antes. Los rostros por lo tanto eran familiares, al contrario de los espectadores que cada vez se sumaban con rostros desconocidos pero igualmente llenos de entusiasmo y alegría. Comienzo a pintar, y la gente comienza a acercarse. Mientras realizaba las pinceladas y trazos con el aerosol podía escuchar murmullos de asombro e interrogación, algunos tratando de adivinar que era la pieza que estaba realizando, y otros más mencionando que les asombraban las texturas y colores.
Conforme pasaron las horas se vivieron momentos alegres, la música se escuchaba en el fondo, al mismo tiempo que se mencionaba a grupos de danzas haciendo sus demostraciones. El brakedance estuvo presente, así como la pantomima, el clowning, por supuesto el graffiti. Sólo falto un poco más de rap, sin embargo los músicos urbanos estuvieron excelentes, con propuestas de diferentes géneros. Hubo momentos en que el vaivén de mis trazos se sincronizaban perfectamente con los ritmos musicales de los grupos, lo que parecía una danza de colores pintadas en una pista en forma de bastidor gigante.
Tan emocionado estaba de estar pintando, que no fue pesado el hecho de estar realizando dos obras al mismo tiempo. Escuchar los buenos comentarios de las personas, sus opiniones, críticas, consejos, daban refrigerio al cansancio físico de horas de movimientos. Se acercaba la noche, y el climáx del evento estaba por llegar. Las personas se aglomeraban en los distintos spots para tomarse la famosa "selfie" con la obra, con los amigos, con sus familiares... con los artistas. Esos son pequeños instantes que se quedan impregnados en la conciencia de cada artista, cuando el público se detiene a observar tu obra. Cuando inclina de lado a lado sus cabezas tratando de encontrar una explicación a lo que se ve plasmado en el lienzo de tablaroca. Las felicitaciones comienzan a escucharse, como único e inigualable pago a tan noble labor, como si estuviese establecido en un contrato previo que esta sería la manera de finiquitar el trabajo de los creadores plásticos.
Al final, sólo restaba capturar con nuestras cámaras las piezas para llevar una evidencia, ademas de nuestras memorias colectivas, la armonía vivida en esta fiesta con toques urbanos realizada con el único objetivo de brindar un espacio de expresión a este tipo de culturas.
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